martes, 2 de octubre de 2012

De nuevo, el otoño





 



Hola!

Después de unas merecidas vacaciones vuelvo a retomar la actividad en el blog. Todo el verano ha sido un paréntesis, pero no he dejado de pensar y de encauzar este nuevo curso tan difícil que se avecina. La verdad es que necesitaba desconectar después de todo y hacer balance.
Este año Cristina, mi nueva compañera de Departamento, y yo tenemos grandes cosas en camino. Vamos a organizar distintas y variadas actividades y esperamos de corazón que os gusten y os diviertan.Ya veréis....
Sé que  las cosas se están poniendo cada vez más difíciles para los profesionales de la enseñanza y tenemos que intentar sacar  fuerzas de donde sea. Nuestro ánimo y nuestro entusiasmo por nuestras materias no tiene que decaer, así que docere y delectare, enseñar y deleitar será nuestra máxima, siempre y cuando el fatum y la τύχη nos acompañe.
Quisiera empezar esta primera entrada del curso con dos poemas. Uno es de mi querido Octavio Paz. Viene bien por la estación en la que estamos, pero me gustaría que leyerais entre líneas y descifrarais que quiere decir o qué intenciones tiene el poeta. Después leed a un poeta griego antiguo, Arquíloco. ¿Qué pensáis que está defendiendo? ¿A qué puede referirse la frase Reconoce el ritmo que domina a los hombres? ¿Se está siguiendo el tópico del carpe diem?

Vale!



En llamas, en otoños incendiados, 

arde a veces mi corazón, 
puro y solo. El viento lo despierta, 
toca su centro y lo suspende 
en luz que sonríe para nadie: 
¡cuánta belleza suelta! 

Busco unas manos, 
una presencia, un cuerpo, 
lo que rompe los muros                                                   
y hace nacer las formas embriagadas, 
un roce, un son, un giro, un ala apenas; 
busco dentro mí, 
huesos, violines intocados, 
vértebras delicadas y sombrías, 
labios que sueñan labios, 
manos que sueñan pájaros... 

Y algo que no se sabe y dice «nunca» 
cae del cielo, 
de ti, mi Dios y mi adversario.


Octavio Paz





Alma, alma mía, turbada por
desventuras sin remedio, álzate,
opón el pecho a los enemigos
y defiéndete; no te eches atrás ante
sus insidias. Y si vences no te
enorgullezcas en público; si
resultas vencida no llores,
postrada, en casa. Goza de las
alegrías, pero no demasiado, y en
la consternación por las
desventuras no pierdas el sentido
de la mesura. Reconoce el ritmo
que domina a los hombres.

Arquíloco, fragmento 128